El poder de la Oración

domingo, 16 de noviembre de 2014

Las grandes victorias son precedidas por grandes luchas



Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama vale más que la plata y el oro.    
 (Proverbios 22:1)

La reputación de una persona está directamente relacionada con su buen nombre, con la percepción que los demás tienen de ella y con su imagen. Todos desean tener un buen nombre, lograr la admiración y el respecto de las personas. Aún más en este país donde verificase por el nombre el crédito de cada persona. Yo estaba mirando el discurso del hombre más rico de China, su nombre es Jack Ma, el dijo que la clave de su éxito está asociada a su buena reputación en los negocias. El señor Jack dijo, hace unos 15 años atrás yo pregunté a mi esposa: ¿Mi amor usted quieres que sea un hombre rico o un empresario respectado? Ella dijo: Un empresario respectado, porque pensó que yo nunca quedaría rico.

Hasta mismo el Señor Jesucristo preguntó: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros; Jeremías, ó alguno de los profetas. El les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Y respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (Mateo 16:13-16) Ahora, si yo preguntará para sus amigos, vecinos o seres queridos; ¿Quién eres usted? ¿Lo que ellos iban me decir? ¿Cuál sería su percepción acerca de usted mismo? Nosotros como representantes de Jesucristo tenemos que tener una buena reputación, jamás vamos agradar a todos, hasta porque no somos perfectos. Sin embargo somos embajadores de Jesucristo en este mundo, por lo tanto luchemos por glorificar su nombre.

Jacob tenía una pésima reputación, era conocido como tramposo, mentiroso, engañador, falso etc.. Pero Jacob tuvo la oportunidad de cambiar su nombre y el no la desperdicio. Luchó con el Ángel hasta romper la alba, está escrito: Y dijo: Déjame, que raya el alba. Y él dijo: No te dejaré, si no me bendices. Y él le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y él dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel: porque has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido. (Génesis 32:26-28)

En unos de los momentos más difíciles de la nación Americana, Patrick Henry dijo: Sr. Presidente, es natural al hombre entregarse a las ilusiones de la esperanza. Tenemos la tendencia a cerrar los ojos ante una verdad dolorosa, y escuchar el canto de sirena hasta que nos transforma en bestias... Señor Presidente, ¿que hemos estado intentando en los últimos diez años? ¿Tenemos algo nuevo que ofrecer sobre el tema? Nada. Hemos mantenido el tema en cada luz de la que es capaz, pero ha sido todo en vano. ¿Vamos a recurrir a la súplica y súplica humilde? ¿En que condiciones nos encontramos que no se hayan agotado ya? Os ruego, señor, que no nos engañemos a nosotros mismos... Señor, no somos débiles, si hacemos un uso adecuado de los medios que el Dios de la naturaleza ha colocado en nuestro poder… La guerra es inevitable. Así pues, ¡dejadla venir! Repito Señor: ¡Dejadla venir! ¿Es la vida tan preciada, o la paz tan dulce, como para ser comprada al precio de las cadenas y de la esclavitud? ¡Prohíbelo, Oh Dios Omnipotente! Ignoro el curso que otros han de tomar; pero en lo que a mí me respecta: ¡dadme libertad o dadme muerte!

En los días del profeta Elías el pueblo estaba dividido entre el verdadero Dios y los falsos dioses. La lucha de Elías fue para revelar el verdadero Dios, y fue en el monte Carmelo, cuando él restauró el altar y sacrificó, que el verdadero Dios se reveló. Entonces cayó fuego del Señor, el cual consumió el holocausto, y la leña, y las piedras, y el polvo, y aun lamió las aguas que estaban en la reguera. Y viéndolo todo el pueblo, cayeron sobre sus rostros, y dijeron: ¡El Señor es el Dios! ¡El Señor es el Dios! (1 Reyes 18:38-39) En esta fe nosotros vamos subir el monte Carmelo, llevando los pedidos de aquellos que harán un sacrificio a Dios, y por la fe, muchos van a creer en Dios, basado en su buen testimonio. 


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